martes, 23 de agosto de 2016

Muddy Waters - The London Muddy Waters Sessions


La idea del sello Chess era simple; llevar a los tipos que lo habían inventado todo a Londres y juntarlos con los super astros del rock que les habían choreado… bueno, casi todo. En los papeles la idea sonaba diez puntos y era relativamente fácil de llevar a cabo. Era cuestión de levantar el teléfono y preguntar. ¿Quién podía negarse a tocar en una grabación con Chuck Berry o Howlin’ Wolf? Ellos tuvieron sus London Sessions, de manera que Muddy Waters también tendría la suya.

A diferencia de los otros discos, lo de Muddy fue un tanto más discreto, se optó por no atiborrar el estudio de músicos y hacer una cosa más íntima, más cercana a lo que era Muddy a principios de los sesenta, cuando tocaba con Willie Dixon y Buddy Guy en discazos insuperables como Folk Singer o el mítico At Newport.

En The London Muddy Waters Sessions hay un pequeño gran detalle que hace que el disco se eleve a otra categoría; está Rory Gallagher. El as de las seis cuerdas venía de separar Taste y daba sus primeros pasos como solista, cuando lo invitaron a las sesiones no lo dudó un instante, se le estaba haciendo realidad un sueño. El irlandés siempre fue sinónimo de buen gusto, sangre, economía de recursos y eso es lo que despliega a lo largo y ancho de este disco, tocando al lado de su héroe, admirándolo y respetándolo, pero sin excesio de reverencia. En el bajo está Rick Grech, bajista de Traffic y Blind Faith, Steve Winwood toca unos discretos teclados en varios temas y el baterista de la Jimi Hendrix Experiencie, Mitch Mitchell aparece en dos tercios de las canciones. El repertorio consiste en cuatro temas del enorme Dixon, de los cuales destaca una sensacional interpretación del clásico “I’m Ready”. De los originales vale la pena repasar “Sad Sad Day”, en donde Muddy da una clase de guitarra slide, para dar paso a un solo de teclados medio raro y dubitativo de Winwood, que muestra que la improvisación en estas sesiones estuvo a la orden del día. El reposado “I’m Gonna Move to the Outskirts of Town” tiene unos vistosos arreglos de bronces.

Lo valioso de este disco es escuchar a los alumnos reverenciando al maestro y, a diferencia del disco equivalente de Howlin’ Wolf, en donde el viejo parece estar un poco incómodo, apreciar a un gigante disfrutando de hacer lo que sabe; tocar blues. Y hacerlo como nadie.







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