lunes, 4 de julio de 2016

Neil Young - Silver & Gold


El rey de los golpes de timón, un tipo que siempre hace lo que no se espera de él. Aunque se podría decir que a esta altura, eso mismo que siempre lo caracterizó, ya se volvió previsible, una discusión que dejaremos para otro momento. Nadie en su sano juicio puede discutir que hace lo que se le viene en gana y que, con todos sus méritos al día de la fecha, no se le puede ir con reproches. Lo tomás o lo dejás, así de simple.

Silver & Gold, el primer disco de este milenio, se inscribe en la categoría “disco folkie acústico” al estilo de Comes a Time, Harvest Moon o el cuestionado -injustamente- Old Ways. En su momento recibió críticas más bien adversas, incluso en una era en que no son muchos los que se animan a hacer comentarios negativos sobre un artista de su estatura, sobre todo en los medios “oficiales”, que todos sabemos cuáles son. Los palos venían por el lado de que las canciones no estaban a la altura del inmenso legado de Neil Young, que no “rockeaba” lo suficiente, que la instrumentación era demasiado simplona, que las letras eran pedestres y hablaban de una idea de felicidad doméstica, algo que suele irritar a ciertos escribas de nariz parada. Como suele suceder, lo que a muchos molesta para otros son virtudes y en esta última postura estamos, por supuesto.

Hay que ser valiente para hacer un disco como Silver & Gold, carente de cualquier tipo de pretensión artística, de concepto grandilocuente o ínfulas de innovación. Hay que bancársela para hacer una letra como “Good to See You” o “Daddy Went Walkin’”, en donde la idea es festejar esos pequeños momentos que tiene la vida y que suelen pasar desapercibidos. En “Buffalo Springfield Again” canta que añora juntarse a tocar con sus viejos compañeros de andazas de la década del sesenta y, a pesar de que en realidad fue el propio Neil quien boicoteó más de un intento de reunión, uno no puede menos que creerle cuando la música es un delicia auditiva y crea una atmósfera de calidez y arropamiento. Eso es lo que consigue este disco, sin el menor esfuerzo, algo que hemos visto fracasar en manos de otros artistas. Tiene grandes joyas como “Distant Camera”, el enorme “Razor Love”, el tema que da título, la extremadamente dulce (sin ser empalagosa) “Horseshoe Man”, una balada de piano preciosa o el encargado del cierre; “Without Rings”.

Silver & Gold salió un poco después del malogrado disco reunión Looking Forward, con sus viejos colegas Crosby, Stills y Nash, donde otra vez lo acusaron de guardarse sus mejores canciones y sabotear el proyecto. Como bien dijimos, a esta altura del partido, con todo lo que nos ha dado, Neil Young es inimputable.







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